AVANZANDO POR LAS
TROCHAS DEL SURORIENTE
Por Omar García C.
Antecedentes
Contextuales relacionados con la memoria sobre la violencia política en el
Suroriente.
Los gritos de la sangre derramada que clama a Dios
desde esta tierra colombiana siguen esperando respuesta desde hace varias
generaciones. En la región del Suroriente resuenan los gritos de las
colonizaciones violentas, las caucheras, la fiebre del oro, de la coca; en fin,
las diferentes bonanzas que han llegado con sus hileras de afectaciones e irrespetos
contra la dignidad humana.
Por otro lado la violencia de las guerrillas
liberales del llano, la acción de ejércitos privados defendiendo a
terratenientes o contra el abigeato; además, el ser la cuna y epicentro del
conflicto armado, de la guerrilla de las FARC y de buena parte del
paramilitarismo colombiano.
Esta región afectada por la violencia ha creído
también en la paz, en las propuestas de negociación como espacios de salida de
los diferentes conflictos violentos que se han dado en el territorio. Negoció
con la guerrilla de Guadalupe Salcedo quien desmovilizó su ejército y luego fue
asesinado por la policía, quien ha registrado esta acción como una de las más
importantes metas logradas en su existencia.
Más adelante, en otro proceso de negociación,
mediante un acuerdo nacional se le apostó a la Unión Patriótica, movimiento que
generó un gran entusiasmo por la oportunidad de cambio político, llevó a que en
diferentes municipios se convirtiera en una verdadera apuesta para salir del
conflicto. Los resultados posteriores no se podrán borrar de la memoria
nacional, se le criminalizó con tanta intensidad y sevicia que el clamor de la
sangre de sus integrantes es ahora un eco que grita incesantemente contra la
impunidad por los caminos y veredas del suroriente como del resto del país.
A la aniquilación de la Unión Patriótica le siguió
la de líderes políticos de izquierda, la de líderes comunitarios y campesinos
por la disputa de la tierra, también le siguieron las ambiciones de posesión y
de reemplazamiento poblacional en zonas potencialmente ricas para la
agroindustria o la minería. Un embrollo de violencias de todo tipo se
entrecruzaron azuzadas a su vez por el narcotráfico. Violencias que se salieron
de toda madre y llevaron al territorio a vivir una verdadera emergencia
humanitaria que aún está lejos de ser resuelta.
La implementación de las zonas cocaleras en el
territorio se dio unida a una continua práctica de criminalización y
desaparición de personas por diversos motivos; el conflicto armado se mezcló
con las actividades propias del manejo coquero y del narcotráfico lo que ha
hecho muy diversa la violencia y la calificación de la victimización. Muchas
madres, hermanos e hijos cuentan cómo sus padres o seres queridos un día
salieron a trabajar a una zona de selva y nunca más volvieron, desconociéndose
de forma definitiva su paradero. Se preguntan, ¿estarán vivos o muertos? Esos
gritos claman justicia desde quienes han sido criminalizados y desde quienes se
desconoce su suerte y aún siguen siendo esperados con ilusiones cada vez más
remotas.
Durante el transcurrir del gobierno de Álvaro Uribe
se exacerbó el paramilitarismo mostrando todas sus expresiones y haciendo sentir
su mayor expresión criminal. También se fortaleció la estrategia militar, con
manifestaciones que buscaron involucrar aún más a la población civil en medio
del conflicto, con programas en diversas poblaciones con campesinos, ciudadanos
del corriente y hasta estudiantes de las universidades, ofreciendo recompensas
por la información otorgada. Entre las propuestas mencionadas, se incluye la
creación de redes de cooperantes, el ofrecimiento de recompensas a informantes,
la estimulación de las deserciones dentro de los grupos armados ilegales, la
creación de unidades de soldados campesinos, y el aumento exorbitante del
presupuesto asignado a la defensa nacional.
Además, pareciese adelantarse una estrategia
encubierta manifestándose de forma cruenta en lo que se llamarían “falsos
positivos”; una vergüenza nacional nacida desde el militarismo, acción que aún
está lejos de ser totalmente aclarada, pues no se ha mostrado voluntad de
buscar la responsabilidad de dichas acciones en los más altos mandos
nacionales.
La ley 975 de julio 25 del 2005[1], llamada ley de justicia y paz, llevó a las desmovilizaciones de grupos paramilitares. Éstas se mostraron como
una estrategia de lucha contra la violencia y búsqueda de verdad, justicia y
reparación. Sin embargo, para muchos sectores populares y regionales, fue sólo
una coartada para salir bien librados de la responsabilidad penal, pecuniaria, como
también se ha entendido como una política que el Estado que ha mostrado
anuencia y compromiso con el paramilitarismo. La extradición por su parte, se
vio como una táctica propicia para blindar la información que involucra al
gobierno en la parapolítica que comenzó a saberse en los juicios a
paramilitares, puesto que en cada extraditado se encuentra una gran parte de la
verdad que está por saberse, de la responsabilidad que debe por aclararse, del
clamor de víctimas por dar respuesta y del daño que debe ser reparado.
La aplicación de la ley de justicia
y paz se ve alterada por dicha extradición de los jefes paramilitares, pues con
esta se impeden los procesos de verdad, la revelación tanto de fosas como
de delitos cometidos, y el involucramiento de la estructura de dirigentes
políticos ligada al fenómeno.
Corta ha quedado la investigación sobre parapolítica
y más corta aún la responsabilidad que en todos los episodios violentos de los
primeros años del siglo XXI tuvo el gobierno nacional. Este es un
hecho actual que han evidenciado diversas investigaciones que analizan la
composición de los candidatos elegidos en las últimas contiendas electorales[2]. En el
actual congreso se han encontrado restos de la parapolítica continuada en los
llamados “herederos”, familiares cercanos, amistades de quienes fueron
condenados por su inclusión en el fenómeno paramilitar[3].
Antecedente
organizativo que favorece o dificulta la memoria
Siendo fiel a la verdad, la organización en el
Suroriente vino con la misma colonización. Lo agreste del territorio hizo que
los campesinos fueran adentrándose de la mano de su diálogo interno, de sus
apuestas políticas, de los convites y mano prestada para adelantar sus fundos y
sus espacios colectivos. Hasta en las épocas cocaleras la organización se hizo
necesaria o por iniciativa propia o siendo exigida por la guerrilla con las
juntas patrióticas, juntas de vecinos y las juntas de acción comunal.
La criminalidad contra los integrantes de la UP tomó
de improviso a algunas comunidades, organizaciones y líderes que no se
imaginaron lo que podría venir desde las apuestas políticas en pro de la
solución del conflicto. En varias subregiones del departamento del Meta, por
ejemplo, la organización social era demasiado débil y hasta inexistente. Sólo
en las zonas del Ariari, donde se ha dado una forma organizativa tradicional,
se pudo conservar parte de la memoria. En zonas como el centro de la Orinoquia,
donde no se dieron organizaciones tradicionales se ha perdido casi totalmente
la cuenta de cada crimen que grita al cielo.
Con el propósito de la denuncia de los crímenes
causados y la defensa de los derechos humanos, surgió en 1993 un proceso
organizativo y animado por la Pastoral Social de Villavicencio: el Comité
Cívico por los Derechos Humanos del Meta. Recogió una gran lista de afectados(as)
por la violencia política, hizo denuncia y contó su propio exterminio.
Con elementos recogidos en su accionar, surgieron
dos libros: “Ceder es más terrible que la muerte[4]”, donde
se publica la automemoria de Josué Giraldo Cardona y el listado de asesinados
recopilados por el Comité Cívico por los Derechos Humanos del Meta y la
investigación del caso Meta, y un tomo de COLOMBIA
NUNCA MÁS
Zona 7a[5].
La fuerza del aniquilamiento en el caso del Comité
Cívico arrasó la posibilidad de la memoria que se venía dando desde el accionar
organizativo y se hizo extensivo de manera que pocas organizaciones quedaron
intactas ante la crueldad mostrada. El Secretariado Diocesano de Pastoral
Social-Cáritas Villavicencio, quedó en su accionar frente a la muerte, el
desplazamiento y la aniquilación organizativa y de liderazgos que hasta el
límite se dio en estos tiempos en la región; la Pastoral Social no escribió la
historia de que fue testigo activo y con el cambio de direcciones de la
institución, los archivos se descuidaron perdiéndose así la memoria de por lo
menos 10 años (1996-2005) de acción violenta. Luego otro esfuerzo, la Mesa Meta
Llanos, empezó a crear un nuevo ambiente de trabajo y manejo en el tema de los
derechos humanos y la contextualización de las situaciones.
Posteriormente, hacia el año 2005, cobijado por el
programa ART-REDES del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
surgió la Mesa Humanitaria del Meta, animada desde diferentes sectores
poblacionales: campesinos, jóvenes, infancia, mujeres, afro descendientes,
indígenas, defensores del medio ambiente, medios para la paz, entre ellos el
sector de víctimas y el comité de impulso a la mesa departamental de
desplazados quienes empezaron a crearse como dolientes de la victimización
política, asumiendo con total responsabilidad los temas de memoria y verdad, de
la mano con el Movimiento de Crímenes de Estado Capítulo Meta.
El CINEP, con una acción centrada desde Bogotá
reunió en sus revistas “Noche y Niebla” los datos que más pudo recopilar de la
región Suroriente. Fue iniciativa de sus integrantes buscar respaldo para abrir
un banco de datos en la región y con las características que se acordasen desde
la base.
Desde la Corporación Retoños asumimos la iniciativa
y en convocatoria con otras organizaciones amigas se creó el Comité de Impulso
al Banco de Datos de Violencia Política del Suroriente Colombiano. Poco de
tiempo después, estaríamos pensando y discutiendo qué nombre acordar para la
publicación que mostraría los resultados que en memoria pudiésemos presentar.
Trochas
de memoria: un parto en la esperanza
Trochas de Memoria tuvo un parto satisfactorio, no
doloroso como los relatos que contuvo esa primera publicación y que empezaron a
mostrar los horrores que el ser humano es capaz realizar contra sus congéneres
por motivos irrisorios como las ideas, el dinero o sus propios intereses
personales. Horrores y más horrores fueron apareciendo. Trochas de memoria del suroriente colombiano les puso voz a las
víctimas silenciadas por largo tiempo. Empezó a unificar diferentes relatos,
cuál más cruel, contados entre lagrimas ahogadas y silenciadas, derramadas en
el anonimato y hoy publicadas queriendo ser reivindicadas.
Como todo parto, el nacimiento de Trochas de
memoria vino a alimentar una gran esperanza, y llegó con grandes ilusiones. Un
medio local, regional, animado por integrantes del comité de impulso: el
Secretariado Regional de Pastoral Social del Suroriente Colombiano, el CINEP,
la Mesa Humanitaria del Meta y los Sector de Víctimas y el Movimiento de
Crímenes de Estado Capítulo Meta, la Corporación Retoños, y la Oficina Regional
del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Un colectivo que por
gusto le dio valor, apadrinando su nacimiento.
El
dolor no se hizo presente en el nacimiento sino en la sostenibilidad.
Con el primer número ya vinieron diversas
dificultades, de un presupuesto escaso y exacto vino el incumplimiento del contratista.
La edición quedó a la mitad, la imprenta se
quebró y con vergüenza confesó que no podía cumplir el contrato ni
entregar la revista porque no tenía con qué pagar a sus acreedores, incumplimiento
en nuestras entregas; el lanzamiento se hizo con impresiones digitales.
Entonces vino el rebusque, sacar de donde no había,
como decimos coloquialmente, para poder
verle la cara al primer número de la revista.
Por fin, después de muchos esfuerzos se dejó ver, salió pálida, sin definición
y como surgida de un tremendo susto, no se sabe si por el contenido triste y
aterrador de la miseria violenta de y contra los humanos del Suroriente o
porque casi se muere de inanición después de haberse parido.
La publicación de una memoria, del relato de un
caso recibido de las víctimas, requiere de un manejo respetuoso y a la vez
cuidadoso dadas las implicaciones de inseguridad que ocasiona la victimización.
Además, la responsabilidad de cómo este será devuelto a sus aportantes dota de
un compromiso honesto y profundo a esta actividad.
Trochas fue y vino, trochó por los camino del
llano, de las sabanas del Guaviare o del Vichada, por las montañas y valles del
Ariari y del pie de monte, y con este trajinar, recopiló más información, trajo
más verdad de las víctimas, desde el relato cortado, miedoso, aterrado; Desde
el secreto gritado y aclamado al cielo. En algo menos de un año ya se tuvo
suficiente información para ser devuelta.
En el espacio donde se gestó la revista se
discutieron las posibilidades de un segundo paso. ¡Listo! Información hay,
temática también, faltan los recursos. Cavilando y cavilando, calculando y
decidiendo, como si la ausencia de recursos se hiciera cómplice de quienes
oprimen y coartan la voz, de quienes amigos del silencio lo ven como la clara
estrategia que les envuelve en la impunidad; por fin viene un segundo número, y
con las mismas limitaciones un tercero y un cuarto.
La ausencia de recursos económicos ha limitado no
sólo la edición de la revista, también la devolución de la información a
quienes han aportado los casos que la contienen. La capacitación para construir
una red de aliadas y aliados que permitan una mayor recolección y depuración de
la información, y la ayuda invaluable de quien como hormiga obrera recoge,
unifica y digita los casos encontrados; de forma admirable y como si una fuerza
más grande que la adversidad, siempre ha resultado lo necesario para editar y
publicar la revista, al igual que los recursos para seguirla haciendo, para que
cumpla su cometido, por eso quizás, no hay quinto malo.
Cada revista tiene su novedad, es como si Trochas de Memoria tuviese un espíritu
vivo, inconfundible e irrepetible. Cada revista viene con vida propia, con ojos
y miradas diferentes; apagadas, tronchadas, esperanzadoras; con juicios claros
y denuncias exigidas; con gritos cada vez más numerosos cuyo reclamo quiere
comprometer a la generación presente. Cada caso es de una persona irrepetible,
única en el universo, con su mirada propia, con sus sueños truncados y una
familia llena de sentimientos. Pero además, cada revista hace énfasis en
temáticas diferentes. Los casos vienen animados por reflexiones, por denuncias,
por análisis necesarios dentro de la verdad en la que se avanza.
Otras
verdades condicionadas y no siempre objetivas
Las
propuestas gubernamentales aprobadas en el gobierno de Álvaro Uribe
Vélez con la ley 975 o ley de justicia y paz[6] crearon
un espacio obligatorio para la verdad y la memoria. Los grupos paramilitares se
fueron desmovilizando, coyuntura que obliga la aprobación de dicha ley. Algunos
implicados decidieron confesar por lo menos una parte de sus delitos y asumir
la responsabilidad como requisito fundamental para ser beneficiarios de la
amnistía.
La suma de desmovilizaciones[7] fue
significativa, inflada en ocasiones, falsa y engañosa. Sin embargo, la voz de
los victimarios empezó a convertirse en confesión, muchas verdades a medias
empezaron a escucharse, siempre justificadas, siempre distorsionadas,
tendenciosas y a su favor. No hay duda que ha sido una oportunidad que acerca a
la verdad, pero no es ni será la única, lleva la marca de los victimarios que
quieren justificar sus fechorías y lavar sus conciencias. Trochas de memoria quiere ser voz de las víctimas y dejar sentir su
clamor.
Los juegos del mismo gobierno, que se siente
amenazado por verdad revelada por el paramilitarismo, encuentran en la
extradición una forma de acallarla. La parapolítica fue un vendaval presente e
influyente en todos los aspectos de los gobiernos de Uribe Vélez. Esto era
necesario no evidenciarlo en toda su crudeza para que no cayera él mismo en su
propia trampa, riesgos de seguridad nacional. Es que con otras investigaciones
complementarias como la realizada por organizaciones cercanas al Banco de Datos
llevaron a un nuevo capítulo de horror y destrucción presente en la política
del mismo gobierno: los falsos positivos.
Se evidenció como con la anuencia del gobierno y motivado por sus políticas de
recompensas el ejército nacional adelantó una estrategia de asesinatos de toda
índole, cuyo fin fue mostrar avances en la guerra contrainsurgente. La investigación
sobre la estrategia en mención, si bien ha avanzado y está en pleno desarrollo
por la presencia de personas sin identificar en los cementerios, y fosas
comunes se cree que aún está muy temprana para llegar a la completa verdad.
La politiquería[8] que año
tras año se desarrolla en Colombia, tiene una estrategia dañina. Para cumplir
sus promesas inicia muchos procesos pero ninguno lo concluye con éxito. En el
tema que nos atañe, es una estrategia para salir bien librados ante las condenas,
dejar que el tiempo pase y la impunidad pueda reinar. En medio de todo un
embrollo de victimizaciones, denuncias y acusaciones, un nuevo capítulo
gubernamental se inaugura con la implementación de la ley 1448, llamada ley de
víctimas y restitución de tierras.
La participación de las organizaciones de víctimas
en su elaboración fue evidente: correcciones, complementos y advertencias de
vacíos e impunidades. Esfuerzos de participación un tanto inutiles pues la ley
se aprobó por encima de toda advertencia. Fueron muchas las denuncias que se
hicieron por sus vacíos e inconsistencias, sin embargo, hoy participamos de su
plena implementación.
Esta ley quiere ser voz de las víctimas, es la voz
motivada por el gobierno de turno, legitimada por los estamentos oficiales,
aprovechada por colectivos de víctimas que creen en sus buenos propósitos.
En la implementación de dicha ley, se inauguran
centros de memoria como una política oficial, se animan puestos de recopilación
de la verdad, se motivan programas a desmovilizados para que entreguen sus
versiones sin que sean utilizadas jurídicamente, sólo por un acercamiento a la
verdad. Se inician reparaciones que les ponen precio a las personas y les
quitan el derecho al dolor porque “ya fue pagado”, anulan la iniciativa de las
víctimas en su exigibilidad reparadora para hacerla desde las administraciones,
como un ofrecimiento para resarcir el daño. Les cooptan sus iniciativas para
ser legitimadas y mostradas como los avances en la implementación de la ley.
¿La
implementación de la ley: una competencia, una cooptación o una responsabilidad
estatal?
No hay duda que este panorama marca situaciones muy
diferentes a las antes vividas. Con una ley como la anterior se genera un
trabajo que para muchos será el trabajo que visibilice, repare a las víctimas y
clarifique la verdad. Es la manifestación de la voluntad política de los
gobiernos, sin embargo, surgen preguntas de fondo, con todos los
cuestionamientos manifestados desde el principio, ¿Se sentirán las víctimas
correspondidas en su dolor y en sus anhelos de reparación? ¿Será que la voz de
las víctimas puede llegar a ser la misma voz de la institucionalidad? Tener en
cuenta a las víctimas, ¿será que los gobiernos crearán espacios para ellas o
que las víctimas enccontrarán espacios de apoyo, de justicia y reparación en
los gobiernos? La respuesta a preguntas como las anteriores legitimarán o
cuestionarán los programas gubernamentales que se implementen y justifican las
acciones independientes y autónomas que las víctimas puedan tener.
Quizás todo sea necesario, los gobiernos tienen que
empezar por reconocer sus responsabilidades y asumir las consecuencias frente a
las victimizaciones ocasionadas con su anuencia o su acción directa, de lo
contrario ellos mismos deslegitimarán sus acciones por la justicia y la
reparación. Las víctimas tienen que
encontrar en los gobiernos espacios de escucha y de reivindicación de sus
derechos, alivio a sus situaciones y leyes que les correspondan y los defiendan
de nuevas victimizaciones, porque son las víctimas quienes sienten los
destrozos de las guerras, son las víctimas las que reclaman y elevan los gritos
por la justicia. Solamente escuchando a las víctimas se pueden encontrar los
caminos que les reparen o por lo menos les alivien la carga de la injusticia
que llevarán durante toda su vida. Sólo escuchando a las víctimas se puede
saber cómo acompañar una a una, son ellas quienes tienen que reconocer el valor
de sus seres queridos y por tanto dimensionar las pérdidas que han tenido, son
ellas quienes reivindican el valor del nombre, de la dignidad pisoteada, del
amor mancillado. Sólo desde ellas se pueden abrir los caminos hacia una verdad,
una justicia y una reparación.
Cobra valor Trochas
de la Memoria como un testimonio de lo que hay que hacer en el Suroriente
para que sean reales las garantías de no repetición. Son las víctimas las que
muestran su vulnerabilidad, su denuncia, su grito de justicia!
La implementación de la ley 1448 junto a toda su
infraestructura institucional y organizativa parte de la convocatoria a las
mismas organizaciones de víctimas y anima a las víctimas no organizadas para
que lo hagan, no todas lo quieren hacer y eso es respetable; así como una
persona independiente deberá ser escuchada, al igual que cada organización que
nace, que empieza a tener vida propia y sus apuestas particulares, como las han
tenido todas las organizaciones existentes antes de la ley y las que han dado
paso a Trochas de Memoria. La institucionalidad no puede absorber la voz de las
organizaciones! Las mesas de víctimas, para que sean representativas, tienen
que tener una fuerte comunicación en doble vía. De igual manera, las organizaciones
independientes no podrán ser cooptadas, ni totalmente correspondidas en sus
apuestas durante la implementación de la ley, pues muchas de sus miradas van
más allá de la ley y de lo que el mismo Estado deslegitimado, les pueda
corresponder.
A
seguir trochando por el Suroriente
Trochas
de memoria, aun siendo la voz de las víctimas,
se presenta como una voz independiente, autónoma, aunque su sostenibilidad por
la carencia de recursos siempre este cuestionada.
El legado de investigar y publicar los casos de
violencia política enmarcados en el conflicto armado, tiene como reto, captar
cada forma de violencia política implementada por los actores que producen la
barbarie. Es alrededor del asesinato,
donde se han podido recoger el mayor número de denuncias: la tortura y la
desaparición forzada son violencias que poco han podido documentarse. Falta aún
escuchar el testimonio o la voz de sus familiares y amigos. En el caso de personas
sin identificar enterradas en cementerios y fosas comunes la visibilización de
este tipo de vulneración a los derechos humanos es aún muy corta, pero es en los delitos del
reclutamiento forzado de menores y de violencia sexual donde menos ha podido
saberse. Como éstos se encuentran otros espacios de la verdad y la memoria que
todavía es necesario implementar y que Trochas
de memoria con sus aliadas y aliados muestran disposición de hacer eco a
quienes siguen sufriendo en el silencio.
Es urgente que Trochas
de Memoria del Suroriente siga su rumbo. Un trajinar que como ya se dijo
abarque todos los tópicos de la violencia política, pero también, todos los
rincones recónditos de esta vasta media Colombia; en ella son muchos los gritos
que aún no se han escuchado, sabanas, ríos, caseríos remotos que guardan mucha
verdad por saberse, mucha justicia por exigirse, mucha memoria para ser conocida
y recordada y, a la vez, un caudal de motivos de análisis e investigación. Un
enorme cruce de variables que pueden también ayudar a desmontar las estructuras
de la guerra, deslegitimar toda forma de violencia, tumbar los imaginarios
armados como signos de esperanza y crear unas verdaderas condiciones de paz
para los habitantes.
[1] Esta no es la primera ley
que busca la desmovilización de grupos paramilitares a cambio de beneficios.
Más información en http://www.colectivodeabogados.org/La-verdad-sobre-el-proceso-de
(Ley 782 y decreto 128 del 2003)
[2] “En el telón de fondo,
y como parte de la discusión, se encuentran las investigaciones realizadas por
Claudia López Hernández sobre las elecciones de 2002 y la más reciente realizadas
por la Corporación Nuevo Arco Iris, dirigida por León Valencia y Mauricio
Romero. Para el año 2002 las cifras son la mismas y comprometieron a 26
senadores elegidos con votaciones que los investigadores califican como
atípicas en regiones de influencia y control paramilitar. La inmensa mayoría de
estos senadores apoyaron la candidatura del entonces candidato y hoy presidente
reelecto Álvaro Uribe Vélez. La investigadora Claudia López calcula que allí
están comprometidos por lo menos 1.5 millones de votos.” Notas de: ALAI, América Latina en Movimiento
2007-03-21 Colombia Cómo Superar la parapolítica?http://alainet.org/active/16624&lang=es.
2007-03-21 Colombia Cómo Superar la parapolítica?http://alainet.org/active/16624&lang=es.
“En
las elecciones de marzo de 2006, las votaciones atípicas en las zonas de
dominio paramilitar se registraron, según la Corporación Nuevo Arco Iris, en 12
departamentos y 223 municipios y comprometieron la elección de 33 senadores, 31
de los cuales pertenecen a la coalición uribista y dos corresponden al Partido
Liberal. También comprometieron la elección de 50 representantes a la Cámara,
42 de los cuales corresponden a la coalición uribista y ocho al Partido
Liberal”.
[3] En las elecciones del
2014 “La Fundación Paz y Reconciliación había realizado una investigación sobre
candidatos criminalizados y en total se encontraron 131, de los cuales 48
iban a Senado y 83 a las diferentes cámaras de representantes. Los 131
candidatos o bien eran cuestionados por heredar estructuras de la parapolítica
o bien por tener vínculos directos con organizaciones criminales. De los
primeros había un total de 97 candidatos, de los segundos 34. La conclusión
inicial podría resumirse en que los resultados son desoladores”. http://www.las2orillas.co/herederos-de-la-parapolitica-y-con-vinculos-con-fuerzas-ilegales-tiene-puesto-en-el-congreso/
[4] http://datoscolombianuncamas.org/index.php?option=com_abook&view=book&catid=6%3Acontextos-regionales&id=25%3Aceder-es-mas-terrible-que-la-muerte&Itemid=306
[5]
El Proyecto Nunca Más es un esfuerzo de un conjunto de organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, apoyado solidariamente por organizaciones también no gubernamentales de otros países, dirigido a salvaguardar la memoria de los crímenes de lesa humanidad perpetrados en Colombia durante el último e inconcluso ciclo de violencia, que se inicia en 1965. Al finalizar el año 2000 el Proyecto hace públicos sus primeros informes, contenidos en dos volúmenes, que se refieren a 2 de las 18 zonas en que se ha dividido el país para los efectos de esta investigación: un volumen contiene la primera entrega sobre la ZONA 7a, que cubre los departamentos de Meta y Guaviare, y el otro volumen ofrece la primera entrega sobre la ZONA 14a, que cubre parte del Magdalena Medio y parte del Nordeste Antioqueño.
El Proyecto Nunca Más es un esfuerzo de un conjunto de organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, apoyado solidariamente por organizaciones también no gubernamentales de otros países, dirigido a salvaguardar la memoria de los crímenes de lesa humanidad perpetrados en Colombia durante el último e inconcluso ciclo de violencia, que se inicia en 1965. Al finalizar el año 2000 el Proyecto hace públicos sus primeros informes, contenidos en dos volúmenes, que se refieren a 2 de las 18 zonas en que se ha dividido el país para los efectos de esta investigación: un volumen contiene la primera entrega sobre la ZONA 7a, que cubre los departamentos de Meta y Guaviare, y el otro volumen ofrece la primera entrega sobre la ZONA 14a, que cubre parte del Magdalena Medio y parte del Nordeste Antioqueño.
[6]
LEY 975 DE 2005 (julio 25) Por la cual se dictan disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos humanitarios. Preámbulo de la misma ley.
LEY 975 DE 2005 (julio 25) Por la cual se dictan disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos humanitarios. Preámbulo de la misma ley.
[7] Entre el 2003
y 2006 se dieron 30 desmovilizaciones (cuadro desmovilizaciones colectivas grupos
paramilitares en Colombia gobierno Álvaro Uribe Vélez) http://www.google.com.co/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=8&ved=0CFwQFjAH&url=http%3A%2F%2Fwww.colectivodeabogados.org%2FIMG%2Fdoc%2FCUADRODESMOVILIZACIONCOLECTIVAS.doc&ei=rjGOUsnPAYqhkQfp44HQDg&usg=AFQjCNH6eRW5lt0WRSerK8ejbM5K4uxWWw&bvm=bv.56988011,d.eW0)
[8] Es la
degeneración de la política. Es la pequeña y mezquina política. Si ésta tiene
una misión noble de consagración al interés nacional y de servicio a los demás,
lapolitiquería es el aprovechamiento egoísta del poder o de la
posición pública para fines de simple vanidad o enriquecimiento.
donde puedo obtener datos de contacto para verificar una informacion que publicaron
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